lunes, 26 de marzo de 2012

Mírame






Que la dulzura que desborda tu mirada endulza los días como este

sábado, 24 de marzo de 2012

De un pecho a un juzgado


Martina, una adolescente capaz de compaginar su vida universitaria con su vida materna, decide adentrarse al mundo de los biberones, de los baberos y de los pañales. Siendo ésta una decisión importante y arriesgada, se lanza a una nueva vida. Impaciente y nerviosa en la sala 453 del hospital más cercano, Martina se acaricia la tripa. Mirando por la ventana, tararea la nana que durante tantos meses lleva cantándole a su nueva criatura. El movimiento de sus lágrimas recorriendo sus mejillas eran señal de amor. Le sentía muy adentro. 

Era una experiencia que jamás había vivido. Algo que la mantenía expectante y llena de luz desde el día que se lo dijeron. Cuando pudo ver por primera vez los ojos que la miraban fijamente, no pudo evitar darle un abrazo mientras le decía algo así como "ya estás conmigo, cariño". La conexión afectiva entre madre e hija fue impactante. La primera vez que se tocaban de manera real. La primera vez que sus besos desbordaban un calor tan fuerte que abrigaban la piel suave y blanquecina de una nueva ilusión. 
Martina pasaba todo el tiempo observando como se desarrollaba. Era consciente de lo rápido que crecía su niña. Impactada por la fugacidad del tiempo, echaba atrás la mirada acordándose de cómo era ella a su edad. 

Ya han pasado muchos años desde que Martina entró en aquella habitación con tres kilos y medio en su vientre. Existía una especie de cordon umbilical que les unía, un amor permanente irremplazable. 
Cuando su hija fue creciendo, juntándose con más niños y dando tumbos por el mundo, hubo un cambio. Las malas compañías hicieron que su hija se olvidará, al menos eso parecía, de todo lo que su madre había hecho por ella. Le echaba en cara cada desgracia, le gritaba, utilizando siempre un lenguaje violento. Martina sufría. Sufría tanto como aquel día del parto. Le dolía ver que lo que más quería del mundo le daba la espalda haciéndole sentir mal. Muchas tardes Martina se encerraba en su cuarto, asustada y pavorosa. Hasta que un día decidió tomar las riendas y no tuvo más alternativa que denunciarle. La agresividad de su hija y las malas formas,  fueron lo que de una manera o de otra borraron el precioso pasado que tanto les unía. 

Y es que muchas veces, si juntamos personalidades fuertes con personalidades que se dejan llevar creamos una persona que no existe. Alguien creado por la sociedad. Alguien que realmente jamás olvida con lo que ha crecido, jamás olvida los valores obtenidos, pero no puede ver lo que en ese instante está haciendo, destrozar la vida de la persona que un día decidió dejarlo todo por ella. 




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