Cuando cambias por un tiempo ilimitado de ciudad y te vas a una tierra
diferente, qué importante es que te traten bien. Que la primera toma de
contacto con ese lugar no sea tan brusca como la situación a la que te
sometes nada más llegar allí. El saludo de bienvenida del personal
autorizado fue memorable. La amargura y el cansancio de aquellas enfermeras fue
la carta de presentación de aquel paraíso caluroso al que llegamos a parar.
Fue dura aquella noche, no recuerdo haber pasado ninguna igual. Dar la vuelta a la manilla de urgencias supuso darse un tortazo con la realidad. Palidez y dolor. Angustia y Esperanza. Una mezcla de sensaciones que no me gustaría volver a sentirlas.
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